viernes, octubre 27, 2006

MONESTERIO







Una tarde tomando café con unos amigos, tuvimos una de esas conversaciones trascendentales sobre nuestro futuro, todos parecían saber a donde ir y que hacer con su vida y yo me sentía como un simple espectador.
Así que al día siguiente, aprovechando que tenía unos días por el puente del PILAR, tomé la decisión de ir a Monesterio.
Monesterio es mi pueblo materno, nunca había estado, no tenia a ningún familiar directo, tan sólo historias que me habían contado creando era pequeño. Pero no se porqué tenia la necesidad de encontrar mis raíces, así que tomé la decisión y con un rollito muy Pedro Almodóvar, me planté en dicho pueblo extremeño.
El autocar te deja en la calle principal del pueblo, que es una carretera y al lado e la parada del bus hay un bareto, “club deportivo el gallo.... Deportivo? Imaginaros la media de edad era de 99 tacos.
Paseando por las calles podía observar como las abuelitas me miraban con la puerta entreabierta, entre rejas, los abuelitos sentados en la calle deberían pensar: ¿Pero qué coño se le ha debido perder a esta petarda en este pueblo? Y yo me sentía más “Priscila Reina del desierto”que nunca.
Una vez instalado, me armé de valor y me decidí a ir por las calles a lo: “Isabel Gemio” preguntando. Quería descubrir cosas de mis antepasados, había venido a encontrar algo que, algo que no sabía muy bien lo que era...
Los Monasterienses enseguida me respondieron, unos minutos hablando con ellos en la plaza del pueblo bastaron para dejar de sentirme “Priscila”.
Soy familia de los “chicha”, por parte de mi abuelo y de los “tejeros”por la parte de mi abuela y además tengo familiares lejanos de los “cagajoneros” y de la “gigona”.Enseguida pude comprobar la mayoría de ellos nunca habían salido de aquel pueblo, casi todos me hablaban de lo que sucedió hace cincuenta años como si tan solo hubiese pasado una semana. Ellos no funcionan con ordenadores, ni tienen agenda, hacen servir la memoria y no la miden en kilo bites.
Me explicaban cosas, historias de mi familia, de mis raíces. Bebí agua del “Pilarín”, la fuente del pueblo, estuve en la casa donde vieron mis abuelos, en la habitación donde nació mi madre, en la iglesia donde se bautizó, en el cementerio donde descansan algunos antepasados lejanos, así como otros que volvieron al pueblo para finalizar sus días en sus orígenes...
¿Encontraría lo que estaba buscando? No la sabia, eso sí ahora entendía muchas reacciones y miedos de mi entorno, sensaciones que había heredado y que forman parte de mi, de mi vida.
Unos minutos más en el pueblo y ahora ya no me sentía tan marciano, me saludaban y me invitaban a sus casas, ¡que entrañables!
El último día me despedí de todo el mundo, había estado tan sólo unos días, aunque parecía que llevase allí meses.
Llegó la hora déla despedida y mientras la imagen del pueblo se difuminaba detrás de la ventanilla del autocar, tuve la sensación de que una parte de mí se quedaba en “Monesterio”.
Al fin entendí que para saber quien soy y lo que vengo ha hacer, antes tenía que saber de donde venía.
¡Yo vengo de los Chichas!
Empezaré por aquí.
SYLVER